CADENAS

Despiertas en un desierto que casi parece un hogar.
Deshonrado por conocidos que te escucharon gritar.
Sientes el calor de la vergüenza o del sol quizás, poco te molesta.
Engulles café, valor y cristales que chirrían en tu garganta.
Miras el espejo esperando encontrar algo diferente en tu tormenta.
Ojeras ahogadas y huesos rotos que combinan con tu coraza.
Escuchas el tintineo de llaves y cadenas de aquellos que van a trabajar.
Pensando en si las tuyas serán iguales o tendrán el mismo brillo.
Observas como las espaldas caen y las obligaciones empiezan a pesar.
Olisqueas el carbón quemado e inhalas el humo de los cigarrillos.
Todo va demasiado deprisa mientras todos mueren poco a poco.
Una muerte universal, salarial, moral e incluso biológica,
pues pocos sobreviven de mente y cuerpo dentro de ese pozo.
Un pozo donde vives sonriendo forzado a ideas ilógicas.
Descanso para comer sin hambre, preocupado por si tendrás para alimentarte.
Horas sueltas dándole vueltas a un cortado más oscuro y amargo que tu futuro.
Tecleas, picas, obedeces, sigues dentro de una rueda que empieza a marearte.
Hora de evacuar de tu espacio de retención donde cada día eres más inseguro.
Llega la hora del vicio, de gastar aquel oro que compraría tu libertad.
Acabar en casa con la falsa ilusión de haber cumplido.
¿Cumplido con que? ¿Con la errónea esperanza de tener estabilidad?
No amigo, tú no has acabado hasta haberte consumido.
Te sumerges en tu cama acolchada con facturas.
De verdad compañero... Que existencia más dura.


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