HUMO
Podría
haber sido peor, podría haberte herido
Podría haber sido lento, aunque no tan divertido.
Sentí fuego en la garganta para callar todos los deseos,
aprendí la forma de sonreír a la negativa de todos.
Quizás no escuche, quizás fueron demasiados romeos,
aunque recordé con sus voces todos mis apodos.
Pero tu… tu subiste más lento, gritaste más bajo, volviste sin irte… Y perdí.
Toda mi vida, mis llamas quemaron madera, vencieron agua y crearon humo.
Creyendo que no había final, ni derrota, ni rival, ni siquiera una meta… Y caí.
Me rodeo mi propia rabia encomendando la misión de olvidar ese olor tuyo.
No podía ser verdad, que un mortal cogiera mi niebla y nos envolviera.
Yo no tengo sentimientos, ni ética, como para amar a un casi centenario.
Y así, triste de mi alma encajada en el pasado deje que me poseyeras.
Rompí la cadena de la soberbia instruida por un hermano tuyo gregario.
No cabía la posibilidad de soltarte, aunque pudiera, ni de dejarte, aunque debiera.
Tembló la tierra, la luna se volvió roja y el viento sopló huracanado en tu cuerpo.
Tus dedos eran plumas que derribaban mi espalda contra todo tu mármol frío.
Saque mis técnicas infernales y evasivas, hasta saque endemoniados cuernos,
pero no te asuste, no te tumbe, yo me frustre y hasta la fecha aún desvarío...
Contigo, con tu voz, con tu perlada imagen rodeada de diamantes rotos,
algo imposible, pero más improbable era separar tu helado ser de mi calor.
Derritiendo cada tacto, congelando toda ira, creando un extenso alboroto.
Pero eso todavía no ha pasado, todavía no he podido sentir todo el sudor.
Te hago sentir deseable y con mi olor a azufre te perfumo,
pero jamás admitiré que necesito coronarte con mi humo.
Podría haber sido lento, aunque no tan divertido.
Sentí fuego en la garganta para callar todos los deseos,
aprendí la forma de sonreír a la negativa de todos.
Quizás no escuche, quizás fueron demasiados romeos,
aunque recordé con sus voces todos mis apodos.
Pero tu… tu subiste más lento, gritaste más bajo, volviste sin irte… Y perdí.
Toda mi vida, mis llamas quemaron madera, vencieron agua y crearon humo.
Creyendo que no había final, ni derrota, ni rival, ni siquiera una meta… Y caí.
Me rodeo mi propia rabia encomendando la misión de olvidar ese olor tuyo.
No podía ser verdad, que un mortal cogiera mi niebla y nos envolviera.
Yo no tengo sentimientos, ni ética, como para amar a un casi centenario.
Y así, triste de mi alma encajada en el pasado deje que me poseyeras.
Rompí la cadena de la soberbia instruida por un hermano tuyo gregario.
No cabía la posibilidad de soltarte, aunque pudiera, ni de dejarte, aunque debiera.
Tembló la tierra, la luna se volvió roja y el viento sopló huracanado en tu cuerpo.
Tus dedos eran plumas que derribaban mi espalda contra todo tu mármol frío.
Saque mis técnicas infernales y evasivas, hasta saque endemoniados cuernos,
pero no te asuste, no te tumbe, yo me frustre y hasta la fecha aún desvarío...
Contigo, con tu voz, con tu perlada imagen rodeada de diamantes rotos,
algo imposible, pero más improbable era separar tu helado ser de mi calor.
Derritiendo cada tacto, congelando toda ira, creando un extenso alboroto.
Pero eso todavía no ha pasado, todavía no he podido sentir todo el sudor.
Te hago sentir deseable y con mi olor a azufre te perfumo,
pero jamás admitiré que necesito coronarte con mi humo.
Comentarios
Publicar un comentario